- Cuando uno se adentra en las plazas de mercado, se encuentra en un mundo muy diferente al de las grandes superficies comerciales. Aquí no hay góndolas relucientes, promociones llamativas ni largas filas para pagar con tarjeta de crédito.
En su lugar, se escuchan voces sencillas que invitan a la compra: “Lleve esta canastica de papa criolla, mire los tomates que están en promoción, ¿su merced ya escogió la cebolla?”. Quienes pronuncian estas palabras son campesinos amables y genuinos, que poco se preocupan por el lenguaje técnico de la economía. Ellos realizan sus transacciones con un sentido de comunidad, y si la compra es satisfactoria, ofrecen un vendaje como parte del trato.
Un ejemplo emblemático es la Plaza de Mercado Villa de San Diego de Ubaté, inaugurada en los años 70. Este lugar se ha convertido en un punto de encuentro tanto para los habitantes locales como para los visitantes que transitan hacia Boyacá o Santander.
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Es conocida por la especial atención de los campesinos y encontrar todo en un mismo lugar. En su evolución ya está organizada y en un espacio más amplio distribuido en 4 sectores: Fruver, papa, comida y batán, de tal manera que se identifican las necesidades en un gran espacio de colores y aromas del campo.
Adicional esta la zona de comidas con las tradicionales mesas en baldosín blanco. Se pueden encontrar delicias típicas y tradicionales, que van desde el reconfortante caldo de costilla hasta la sabrosa picada de morcilla y papa criolla. Tres sopas medianas de arroz pueden constar $ 20.000 pesos.
Los expertos en gastronomía destacan que Ubaté es famoso por ofrecer algunas de las mejores variedades de papa del país, incluyendo la pastusa, tocarreña y sabanera, con especial énfasis en la “papa negra”, una variedad que, al abrirse, revela tonalidades morenas. Adriana Pedroza, una compradora habitual de productos locales, menciona que este parece ser el único lugar donde se puede encontrar esta variedad, la cual utilizará en un evento gastronómico en Chía.
Las plazas de mercado se distancian notablemente de las grandes cadenas comerciales. Según un informe de America Malls Retail, desde 2015, las tiendas de descuento en Colombia han experimentado un crecimiento notable, tanto en el número de puntos de venta como en su participación en el mercado. Para 2024, cadenas como D1, Ara e Isimo, han logrado abrir alrededor de 4.150 establecimientos en todo el país, lo que refleja la aceptación de este modelo entre los consumidores colombianos.
A diferencia de los supermercados tradicionales, las tiendas de descuento se caracterizan por ofrecer productos de marcas propias, muchas veces de calidad comparable a las más reconocidas, pero a precios significativamente más bajos.
Doña Marta, una vendedora de papa, tiene sus bultos organizados y un sombrero que le protege del frío. Con una sonrisa, comenta “la venta de papa siempre es buena, aunque ya no como en otros tiempos, igual se la tengo para el ajiaco, recuerde que debe llevar tres tipos de papa, no olvide la alverja y las guascas, allí estam, cuantas les doy?
El cultivo de la papa es un pilar fundamental de la economía colombiana, involucrando a más de 90.000 familias en 283 municipios, principalmente en los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Antioquia y Nariño, que concentran más del 85% de la producción nacional.
Sin embargo, según Finagro, los cambios en los hábitos de consumo de los colombianos han llevado a una reducción considerable en el consumo per cápita de papa en la última década, lo que ha impactado negativamente a los agricultores del país.
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En este contexto, las plazas de mercado no solo representan un espacio de comercio, sino también un refugio de tradición y comunidad, donde la conexión entre productores y consumidores se mantiene viva, a pesar de los cambios en el panorama económico.
Son verdaderos patrimonios culturales y gastronoimicos que requieren de esfuerzos constantes para su preservación y mantenimiento. Estos lugares de intercambio gastronómico no solo fomentan la interacción entre generaciones, sino que también son esenciales para la identidad de las comunidades. Por ello, es fundamental realizar diagnósticos, evaluaciones e intervenciones que busquen mejorar tanto sus condiciones físicas como las oportunidades laborales que ofrecen.
Para las plazas de mercado no solo es vital para mantener vivas las tradiciones culinarias, sino también para fortalecer el tejido social de las comunidades. Al valorar y cuidar estos espacios, aseguramos que las futuras generaciones puedan disfrutar de la diversidad y autenticidad que ofrecen, convirtiéndolas en verdaderos guardianes de nuestra herencia cultural.