vie. Ene 17th, 2025

El maestro Gossaín, un patrimonio del periodismo y la literatura colombiana, celebra hoy sus 76 años, es un orgullo del Sinú para el mundo.

Desde que era niño su curiosidad lo llevó a descubrir el misterio de las palabras leyendo, una a una, como si fuera una novela de suspenso, el río incontenible de las palabras en el monumental libro Pequeño Larousse.

Y ha leído a lo largo de su vida la colección de diccionarios que se han publicado en más de cuatro siglos y los conserva como un tesoro en su biblioteca, descubriendo qué palabras del siglo XVI perviven a flor de labios en la memoria de los campesinos del Caribe.

Juan nació contando historias, y antes de escribirlas ya las contaba en la tienda de sus padres Juan Gossaín y María Abdala, en donde él despachaba y pesaba el arroz de cada día.

Cronista y agudo analista de las múltiples realidades sociales y humanas, Gossaín es una memoria deslumbrante, una máquina de la exactitud matemática para descifrar, describir y revelar detalles únicos e inimaginables. // Foto Archivo  Universal.

Solo le bastó escribir la primera carta desde San Bernardo del Viento, a Guillermo Cano, director de El Espectador, contando la historia de cómo llegaron a su pueblo, sin avisar, unas cajas enormes que unas monjitas habían enviado, y que, luego de abrirlas con ganzúas, traduciendo del inglés cada palabra, descubrió el joven Gossaín, que se trataba de un hospital móvil para San Bernardo del Viento que no tenía hospital, pero a la gigantesca donación solo le faltaban las enfermeras y los médicos.

Esa carta fue su inicio como cronista, y la aventura de adivinar, intuir, averiguar y saber qué contenían las cajas era ya la historia verdadera de la novela de su vida.

El muchacho que se encaramó junto a sus vecinos a desarmar las cajas es el mismo Gossaín que toda su vida ha desarmado el secreto de las palabras y de las realidades ocultas. Posee Juan Gossaín una erudición sin ínfulas para juntar la historia de la humanidad con las historias de sus coterráneos, una doble virtud prodigiosa del que sabe contar historias y el que sabe escribirlas.

Heredero de una fértil e inagotable tradición oral, tiene un privilegio inconfundible de escribir como habla y de hablar con la misma cadencia musical y la gracia caribe con que escribe. Sin duda, un virtuoso de la palabra hablada y escrita en todo el continente. Un prodigio de la palabra, un orgullo sinuano para Colombia y el mundo, que hoy viernes 17 de enero celebra un nuevo año de vida.

Cuando el 21 de octubre de 1982 se supo al amanecer la noticia del Premio Nobel a García Márquez, Gossaín escribió la crónica ‘El Pambelé de la literatura’, precisando que “García Márquez es un Pambelé de la literatura y Pambelé es un García Márquez que boxea. García Márquez es un Pambelé que escribe”. O como dirán sus viejos amigos del Portal de los Dulces de Cartagena, “Gabito es el cuarto bate del mundo”. Así es la gracia de su palabra.

Cronista y agudo analista de las múltiples realidades sociales y humanas, Gossaín es una memoria deslumbrante, una máquina de la exactitud matemática para descifrar, describir y revelar detalles únicos e inimaginables.

Su pasión por los juglares de nuestra música ancestral, su devoción por sus amigos y compadres José Barros, Alejo Durán, Leandro Díaz, Rafael Escalona, los Gaiteros de San Jacinto, entre otros. A Juan Gossaín hay que leerlo y releerlo. // Foto Archivo 

García Márquez utilizó el bello nombre de San Bernardo del Viento para su película ‘Tiempo de morir’. Y le escribió una carta a Gossaín el 17 de octubre de 1989, a propósito de la aparición de su libro de crónicas ‘La nostalgia del alcatraz’, y le dijo: “Tú eres uno de los que más quiero y admiro, desde los tiempos felices en que querías ser García Márquez en San Bernardo del Viento, pero ahora que ya no tienes necesidad de serlo, te alegrarás de que no te adjudique un número en la cola, o que no salga del paso con una chapucería de compromiso”. 

Juan fue desde el principio genial y original en la manera de concebir sus crónicas y de titularlas. Una vez en El Heraldo, a propósito de un robo a la oficina de juegos y apuestas hípicas 5 y 6, en Barranquilla, Gossaín tituló: ‘Robaron a 5 y 6 en un 2 x 3′.

}Durante más de treinta años, Gossaín fue la voz ronca, sensible, humana, y la conciencia de la nación que nos despertaba desde el amanecer con las noticias diarias en Radio Cadena Nacional (RCN). Lo escuchamos dar y revelar las noticias terribles y maravillosas de Colombia y del mundo, el amanecer en que Pambelé fue el campeón mundial de las 140 libras, el amanecer en que Gabo ganó el Nobel de Literatura, el amanecer en que Armero se hundió para siempre con 25 mil colombianos en el lodo del Volcán Nevado del Ruiz, el otro amanecer del holocausto del Palacio de Justicia, el otro amanecer en que Colombia cambió la vieja y obsoleta Constitución de 1886 en 1991.

Era además del cronista oral y escrito, el que contextualizaba las noticias junto con el genial erudito sanjancintero, el profesor Germán Bustillo. Y la sección del noticiero: ‘El Recreo’, con campana sonando, era el humor, la noticia insólita, la ficción desmesurada de nuestra realidad. A Juan Gossaín le debemos muchísimo, tanto en el periodismo como en la literatura.

uan nació contando historias, y antes de escribirlas ya las contaba en la tienda de sus padres Juan Gossaín y María Abdala. //Foto: archivo.

Su pasión por los juglares de nuestra música ancestral, su devoción por sus amigos y compadres José Barros, Alejo Durán, Leandro Díaz, Rafael Escalona, los Gaiteros de San Jacinto, entre otros. A Juan Gossaín hay que leerlo y releerlo.

Hay que seguirlo escuchando en sus sabias intervenciones y entrevistas. Allí están sus libros, sus novelas: ‘La mala hierba’ (1982), ‘La balada de María Abdala’ (2003), ‘Al final del sueño’ (2006) y ‘La muerte de Bolatristre’ (2004), y los libros de cuentos ‘Purocuento’ (2004), ‘Etcétera’ (2008) y los libros de crónicas ‘La memoria del alcatraz’ (1989), ‘Las palabras más bellas y otros relatos sobre el lenguaje’ (2018), estos tres últimos libros publicados en Intermedio Editores.

En Cartagena, en su apartamento donde vive con su esposa Margot Ricci, su espacio es el paraíso sagrado de su biblioteca, y sus obras de arte, entre ellas, las pinturas primitivistas de Marcial Alegría, natal del corregimiento de San Sebastián, municipio de Lorica (Córdoba).

Hace unos años fui a llevarle a su casa un sombrero vueltiao marcado con su nombre en las dos alas, tejido por los amigos tuchineros, y gracias a la iniciativa de mis hermanos y amigos de Canalete, entre ellos, el profesor José Beleño.

Ese regalo del Sinú incluía, además, unas galletas de limón, unos tarros de ajonjolí molidos por mi tío y mi hermano mayor en Sahagún, y un abrazo gigantesco de corazón por todo lo que él representa como patrimonio viviente de las letras de Colombia.

Texto Publicado en el diario El Universal por Gustavo Tatis Guerra. 

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *