Recientemente, el Dane presentó las cifras de pobreza monetaria correspondientes a 2023, las cuales, aunque positivas, no debemos ver con complacencia. Al respecto, se observó que la incidencia de la pobreza monetaria en Colombia disminuyó en 3,6 puntos porcentuales (pp), pasando de 36,6% en 2022 a 33,0% en 2023. Asimismo, la pobreza monetaria extrema experimentó una caída de 2,4 pp, pasando de 13,8% a 11,4% durante el mismo periodo.
Cabe anotar que los centros poblados y las áreas rurales dispersas, que comprenden aproximadamente el 23% de la población nacional, registraron la mayor reducción en la incidencia de pobreza, descendiendo de 23,3% a 19,8%, mientras que, en las principales ciudades del país, disminuyó de 29,9% a 26,4%. De esta manera, entre 2022 y 2023, cerca de 1,5 millones de colombianos salieron de la pobreza y más de 1,1 millones superaron la pobreza extrema, hecho a todas luces positivo dada la baja tracción del aparato productivo.
Respecto a los resultados del año anterior, es oportuno mencionar que los programas sociales del Gobierno han sido fundamentales para esta mejora. Según el Dane, contribuyeron en 4,4 pp a la reducción de la pobreza y en 4,7 pp a la disminución de la pobreza extrema a nivel nacional. En particular, estos mecanismos han tenido un impacto particularmente significativo en los centros poblados y las áreas rurales dispersas, en la medida en que lograron reducir la pobreza en 8,3 pp y la pobreza extrema en 9,4 pp, compensando así los efectos adversos derivados del bajo desempeño económico y los elevados niveles de inflación, que superaron la meta del emisor.
A pesar de estos avances, debemos tener claro que aún queda un largo camino por recorrer. Más de 16 millones de personas permanecen en situación de pobreza y el país sigue enfrentando altos niveles de desigualdad, con un coeficiente de Gini que refleja una persistente desigualdad de ingresos. Este panorama, ciertamente retador, obliga a las autoridades y al sector privado a trabajar con mayor ahínco para mejorar el bienestar de los colombianos que aún enfrentan este flagelo e impulsar el crecimiento económico, una condición sine-qua-non para alcanzar este objetivo. En ese sentido, el rol de la banca resulta fundamental, pues un aumento del otorgamiento de crédito aumentaría el consumo de los hogares y la inversión, lo cual resulta perentorio dado el gradual proceso de recuperación en el que nos encontramos.
En esta línea, a pesar de un complejo contexto macroeconómico que llevó a que la cartera de la banca haya mostrado una contracción de 5,2% en mayo, el registro más reciente, el sector continúa comprometido en promover políticas que estimulen el crecimiento económico. En efecto, el Pacto por el Crédito que ha propuesto el sector tiene el objetivo de aumentar la cantidad de desembolsos dirigidos a sectores como la industria, el turismo, la vivienda, el agro y la economía popular, lo que desde luego contribuirá a reactivar el aparato productivo.
Con este pacto, la banca, junto al Gobierno, buscan mejorar la productividad, especialmente el de las regiones y las Mipyme, fortalecer las bases de un crecimiento sostenible y reducir los niveles de pobreza.
En efecto, el impulso que generaría la mayor colocación de crédito sobre el crecimiento económico se constituye, en las condiciones actuales, como otro antídoto para la pobreza, pues podría sacar de esta condición a cerca de 600.000 personas en un muy corto plazo.
Todos estos avances deben hacer parte de una hoja de ruta que lleve a que Colombia, en el mediano plazo, logre erradicar el flagelo de la pobreza y nos permita construir una sociedad con mayor cohesión a nivel económico y social.