sáb. Dic 21st, 2024

El año pasado fue el más difícil para el sistema financiero desde el comienzo de este siglo: una tercera parte de los establecimientos de crédito del país presentó pérdidas.

Esta situación de incertidumbre financiera podría, eventualmente, terminar afectando el bienestar del consumidor pues, cuando hay pérdidas importantes en un sector, lo que parece usual es que, o bien algunos competidores decidan salir del mercado, o bien que las señales de mayor riesgo los lleven a tomar la decisión de aumentar los precios (tasas de interés) para intentar sobrecompensar los resultados.

Pues bien, lo que sucedió en el sector durante 2023 fue todo lo opuesto. En efecto, el año anterior la Superintendencia Financiera autorizó seis nuevos establecimientos de crédito, llegando a 67 entidades, lo que representó un incremento anual cercano a 10%, algo que no se veía desde hace 15 años.

Además, los márgenes de intermediación del sistema continuaron descendiendo hasta llegar a su nivel más bajo en más de 20 años, consolidando a la banca colombiana como la segunda más barata de la región, solo por detrás de Chile. También, la concentración de la cartera de créditos se mantuvo en un nivel moderado, demostrando un mejor desempeño que países como Panamá, Países Bajos, Perú, Chile o Brasil. Incluso, aun en un contexto tan desafiante, la cartera de consumo volvió a exhibir niveles de concentración baja. En resumen, el año pasado trajo más jugadores, se redujo el poder de mercado por un menor margen y se mantuvo un nivel moderado de concentración de la cartera.

Pero ¿cómo se traduce esto para los colombianos?
Lo primero es que perciben menores precios. Las tasas de interés han caído cerca de 500 puntos básicos desde enero de 2023, mientras que la tasa del Banco de la República está en el mismo nivel de ese entonces; es decir, los establecimientos de crédito se anticiparon a las reducciones del banco central, reduciendo el gap entre sus tasas (17%) y las del Emisor (12,25%) a la mitad.

Lo segundo es que los consumidores financieros ahora gozan de una mejor experiencia con las entidades. En 2023, por segundo año consecutivo, el indicador de quejas por cada 100.000 transacciones se ubicó por debajo de 10, mientras que hace una década estaba en 21.

Lo tercero es que, conscientes de la necesidad de generar mejores productos y servicios para los usuarios, el sector invirtió más de medio billón de pesos en innovación, duplicando lo que se hacía antes de la pandemia. No se trata de arengas, sino de hechos puntuales que demuestran que el mayor nivel de competencia en el sector se traduce en beneficios para el consumidor.

En todo caso, este no es el punto de llegada. El sector debe seguir ahondando y consolidando situaciones que resulten favorables para la competencia de la industria bajo tres premisas: (i) la protección al consumidor financiero; (ii) el ambiente colaborativo en todo el ecosistema, donde hay participación de actores tradicionales y nuevos, no regulados y regulados en diferentes medidas y por diferentes autoridades; y, por último, (iii) la información como un potenciador de la competencia (open data).

La invitación a todos los participantes del ecosistema financiero no puede ser otra que a mantener la competencia y el bienestar del consumidor como la esencia de su operación.

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