sáb. Dic 21st, 2024

Uno de los retos grandes que tiene la actual administración de la ciudad y que en estos momentos está definiendo sus metas para los próximos cuatro años, en buena parte con el Plan de Desarrollo, y más adelante con el POT y el PEMP del Centro Histórico, es cómo responder a un doble reto.

De una parte, avanzar en enfrentar la pobreza, el desempleo, la informalidad; y de otra, impulsar la competitividad, la innovación y el crecimiento.

Dentro de los retos a abordar y que requiere estrategias concretas, reales y medibles, es el relacionado con los factores de competitividad, que dentro del Índice de Competitividad de Ciudades, realizado por el Consejo Privado de Competitividad y la Universidad de El Rosario, (divulgados en octubre pasado), nos deja en una preocupante posición de atraso en casi todos los factores medidos, en el puesto 11 y por debajo de ciudades que distan mucho de tener los recursos, las inversiones y las posibilidades que histórica y recientemente posee la ciudad.

Nos superan ciudades como Tunja, Pereira, Bucaramanga, Ibagué, Manizales, Armenia, Neiva y Santa Marta, además de las cuatro grandes ciudades que se estructuran como ejes regionales.

Pero la información que arroja ese índice es conveniente mirarla en detalle por cada uno de los factores medidos, pues en algunos, como en infraestructura y equipamiento, estamos en el puesto 5, pero en los que a mí me parece que son determinantes de otros factores, incluso de algunos no medidos (como movilidad), nuestra posición es muy débil o precaria, por ejemplo, en adopción de TIC estamos en el puesto 13, en sostenibilidad ambiental en el 24, en salud en el 17, en educación básica y media en el 23, en educación superior y formación para el trabajo en el 12, en el mercado laboral en el 25, en el sistema financiero en el 27, en innovación en el 15.

El índice agrupa los factores de competitividad en 4 segmentos y en ninguno de ellos estamos en los primeros puestos. Creo que este debe ser un punto de partida para que los directivos de las distintas dependencias asuman los retos que les corresponde, para empezar a transformar nuestro entorno hacia una ciudad más competitiva

Pero en relación con el título quiero plantear mis dudas respecto a la confiabilidad que puede generar una ciudad, que tiene una o muy pocas fuentes de abastecimiento de agua potable, una o muy pocas líneas de acceso a energía eléctrica y tal vez un solo ducto de ingreso de gas para consumo industrial y doméstico. Pienso que, a estas alturas del siglo XXI, dice mucho de la capacidad de planeación y de previsión, el hecho de que el 40% o más de los habitantes de una ciudad se queden cuatro o cinco días sin suministro de agua. ¿Cómo puede impactar en la competitividad la baja confiabilidad o la vulnerabilidad de los servicios públicos, de una ciudad que se reclama el primer destino turístico y posee el sector petroquímico más importante del país?

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