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Desidia como conducta

Desidia como conducta

En su columna de hoy, Raúl Paniagua plantea un panorama general del Centro Histórico de la heroica Cartagena que, con el tiempo, nos hemos acostumbrado a ver en su estado más deplorable, el cual relaciona no solo al abandono estatal, sino también al abandono general de los ciudadanos, responsables y habitantes del centro de la

En su columna de hoy, Raúl Paniagua plantea un panorama general del Centro Histórico de la heroica Cartagena que, con el tiempo, nos hemos acostumbrado a ver en su estado más deplorable, el cual relaciona no solo al abandono estatal, sino también al abandono general de los ciudadanos, responsables y habitantes del centro de la ciudad.

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de volver a recorrer casi todo el Centro Histórico con diversos amigos, que después de varios años de haber salido de la ciudad han regresado, expresando una mezcla entre sorpresa, incomprensión y molestia por la forma como han visto nuestro Centro y en general casi toda la ciudad.

No creen que sea posible que ‘la joya de la corona’ la hayan dejado llegar a ese grado de deterioro, destrucción, abandono y mugre, para no seguir empleando términos que son válidos para describir lo que ellos ven y lo peor, lo que nosotros vemos, pues parece que nos hubiéramos acostumbrado a ello. Para mis interlocutores parece que la desidia, el descuido o el abandono se hubieran convertido en una conducta individual y colectiva, que se ve por todas partes, en todos los ambientes, incluso en hoteles, restaurantes, cafeterías y un amplio número de establecimientos privados, donde lo que es anormal, no deseable ni justificable, se va carcomiendo todo, hasta nuestras mentes.

Y vienen preguntas obvias: ¿Dónde están las empresas de recolección de basuras, las de servicios de energía, acueducto y gas?, pues a pesar de algunas acciones valiosas en los meses pasados, se siguen observando tapas de registros, bordillos y aceras destruidas, acumulación de basuras, zonas oscuras, sin información y un largo etcétera que indica que estamos llegando a una especie de colapso, a un acostumbrarse a ver como normal lo que en ninguna ciudad es así.

Pero siguen otras preguntas: ¿Dónde están los líderes de la ciudad, del sector privado, de los gremios del turismo, de los medios de comunicación?, ¿será que todos ellos se han ido amoldando a este ambiente de desidia que nos está paralizando a todos? Cada día cobra más fuerza la percepción de que en Cartagena cualquiera puede hacer lo que le plazca con la convicción de que no pasará nada, de que las autoridades no intervendrán, que el sector público no aparecerá y lo peor, que a ningún ciudadano le interesará o se molestará por expresar la desaprobación de la conducta reprochable, ilegal o delictiva, excepto que lo haga de labios para adentro. En casos como éstos, se afirma que omitir o ignorar lo que ocurre, no sólo es más grave, sino que propicia que todas esas conductas reprochables se sigan perpetuando y consolidando, convirtiéndose así en una conducta colectiva.

Como lo hemos expresado en otras ocasiones, seguimos asistiendo pasivamente a la configuración de un estado de cosas que no es conveniente, ni aceptable donde haya un mínimo de conciencia social, de solidaridad y de pensar en el mañana. Es posible que el descenso del turismo en los próximos meses no se deba a la caída del dólar, a los escándalos por abusos en los precios, a la mala imagen que genera el turismo sexual, sino a las ingratas experiencias de los turistas en el Centro Histórico, pues todas esas percepciones las van comunicando por sus propias redes sociales.

Raúl Paniagua, es sociólogo, con varias especializaciones, una de ellas en Turismo, en Viterbo, Italia, con una maestría en Desarrollo Social.  Docente universitario y consultor en temas sociales y de turismo.

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